Antes del almuerzo estaba, como estos días atrás, un tanto somnoliento, pero après midi me recargué un poco y me espabilé, por lo que trabajé con ganas. Cuando llegaron las cinco di de mano, me topé con mi tutor en la salida, y allí me preguntó si avanzaba y que el próximo viernes irían él y Sebastien a echarle un vistazo a la página.
Ya en casita hice que Sandra, mientras se tomaba un tazón de ensalada de pasta, respondiera a la entrevista (ya sólo me queda Salma, que a ver si responde esta misma noche), y comencé a
escribir esta crónica. Más tarde Salma al fin se puso a realizar la entrevista, mientras que Sandra estaba abajo conectada, y Carlos con los vecinos, haciendo los preparativos para la cena.
Pasado un rato, Carlos me llamó por el teléfono interno diciéndome que ya era la hora señalada, el momento para trasladar a los reos a su lugar de ejecución. Bueno, en este caso los reos ya estaban ejecutados, y sólo hacía falta asarlos un poco, me refiero, cómo no, a la sardinas que congelamos.
La cena fue buena, estuvo llena de alegría y jolgorio, incluso participó en ella Rocio. Pero en realidad, aunque con dicha comida celebrábamos un acontecimiento dichoso, también a su vez era una despedida, la despedida de nuestros compañeros forestales, que al fin tienen un lugar digno donde hacer las prácticas. Desde aquí les deseamos la mayor de las suertes.
Tras la cena y unas cuantas fotos, bajé veloz a actualizar el blog (poner la entrevista), tras ello tiré para arriba y me acosté. Por cierto, Carlos y el otro Carlos fueron a acompañar a Rocío a su querido lugar de residencia, y como perdieron el tranvía aprovecharon para tomarse algo en un bar irlandés (sí, de esos tipos que hay por Irlanda, como Sandruki y Antonio ;-)... Mi camarada llegó a las tantas de la noche, tras cuarenta minutos de caminata, con hambre (se comió la ensalada de pasta que quedaba del día anterior) y cansancio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario