Amaneció como había anochecido, con el cielo nuboso y el ambiente frío. A las siete, con pocas ganas, me levanté y comencé como ya es costumbre a preparar las cosas para el desayuno. Carlos apenas se inmutó de tal hecho, pues se había acostado tarde la noche anterior. Tampoco cambió la hora a la que apareció Sandra, sobre menos veinte, así que nos pusimos a deglutir los alimentos allí presentes, aunque Carlos continuó encamado hasta que, supongo, el estómago le pidió algo con lo que saciarse.
Una vez terminamos el petit dejuener nos dirigimos con parsimonia a la parada del tranvía, que cogimos algo más tarde de lo acostumbrado, pero que no impidió ese hecho que llegáramos puntuales a nuestro lugar de trabajo. Durante el viaje estuvimos más bien callados, las secuelas del largo fin de semana eran evidentes.
Sin muchas fuerzas, tras despedirme de Carlos, subí las escaleras en dirección a mi oficina, y ya allí encendí el ordenador (que qué diferencia respecto al anterior, en un plis-plas estaba iniciado) y lo primero que hice (luego de varios momentos de somnolienta duda) fue investigar cómo realizar varios enlaces en una misma imagen, no me tomó excesivo tiempo. A continuación fui en busca de mi tutor para comprobar si tenía sugerencias que ofrecerme, mas no se encontraba en su despacho, por lo que subí a mi lugar de trabajo y proseguí con el menú desplegable, el que me ocuparía el resto de la jornada.
A la hora de comer bajé de nuevo para comprobar si estaba mi tutor, no era el caso, así que me dirigí a un despacho que está a dos pasos y donde se encuentra Juan (el mejicano) y el hindú (cuyo nombre no sé, pero por lo poco que sé es muuuuy largo). Me fui a comer con ellos, y ya en el restaurante nos encontramos con el francés (el argentino no apareció). En esta ocasión el almuerzo consistió en cous-cous con poulet, y en mi caso con champiñones. La tarde transcurrió bien, muy entretenida, liado casi todo el rato con el jodido menú...
Respecto a Carlos y Sandra, básicamente -y según palabras del primero-, no han hecho ni el huevo, quizás Sandra haya hecho más, puesto que se ha dedicado a poner "bonita" la Web en la que está trabajando.
Habíamos quedado a las seis con Rocío en Hotel de Ville, ya que se suponía que se iba esa misma noche. Nosotros llegamos sobre las cinco y media a dicha parada, por lo que nos quedamos dando un paseíto (conocimos, Sandra y yo al menos, el lugar de residencia de Rocío, y desde luego que tiene mala pinta por fuera), y como buena mujer Rocío nos hizo esperar (a pesar de que a las seis y cinco nos llamó diciéndo que llegaría dentro de cinco minutos), pero al final apareció (veinte minutos después) en compañía de Paco y su guitarra Girondina. Allí nos explicó la chavala que no se iba todavía... qué pesá es la niña, ¡a ver cuando se va! ;-)
Después de un lío de no saber a donde ir (Sandra et moi sí que lo teníamos claro, pero Carlos y compañia dudaban, ya que el frío acusiaba), pillamos un tranvía todos juntos y nos dirigimos al hotel, aunque Sandra y el que escribe hicimos una parada en Meriadeck para realizar una petit compra.
Cuando llegamos al hotel Rocío, Paco y Carlos estaban buscando letras de canciones en la Red de Redes, mientras que Salma estaba conectada, charlando con sus múltiples amigos internautas. Nosotros no les acompañamos durante mucho tiempo, pues subimos a nuestras respectivas habitaciones.
Más tarde aparecieron en personal con el portátil en mano, ya habían bajado todas letras sufucientes, por lo que era la hora de cantar... Siempre con los acordes y la voz de Paco, el personal cantó, unos más y otros menos (yo menos), e incluso se grabó algún vídeo que espero poder poner próximamente. Por lo demás pasamos una tarde muy agradable y divertida; y cuando se hubo ido todo el mundo (además de Paco y Rocío también estaban Toufik y el otro Carlos) cenamos ensalada de pasta.
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