A las once y media nos despertó otra vez Sandra, puesto que debíamos desayunar para a continuación ir al mercado. Nos levantamos como pudimos (yo me había acostado casi a las cuatro de la madrugada la noche anterior, por culpa en parte de la "entrada especial" de la noche en Bordeaux) y desayunamos sin prisas pero sin pausa.
Tras ello tiramos para el tranvía, y bajamos como ya es costumbre en Hotel de Ville, donde Rocío nos esperaba. Andando fuimos hasta el mercado, que, como ya sabréis (porque lo he dicho en otra ocasión), está cerca de la Victoire. En el mercado compramos los avíos para el puchero (que Sandra en estos momentos -son las 17:00 del domingo- está preparando), además nos hicimos con algo de fruta (plátanos, manzanas y fresas para hacer batido sin tropezones -puesto para eso nos hemos comprado una batidora por diez euros y cincuenta céntimos-); también compramos tres kilos de sardinas, que nos salieron a cinco euros.
Cargados con bolsas dimos la compra por concluida, nos dirigimos a la parada de tranvía más cercana y le dijimos hasta luego a Rocío. Cuando llegamos a nuestro dulce hogar nos pusimos manos a la obra a hacer las sardinas, y como complemento patatas cocidas y fritas y "ajonesa" (Sandra se encargo de las sardinas y las papás, Carlos de la "ajonesa", y yo de apoyo logístico). Hicimos un buen montón de sardinas, e incluso invitamos a nuestros vecinos (un tanto lejanos) de la 156, los cuales recibieron el obsequio con agrado.
Después del apetecible almuerzo, Sandra se conectó, mientras que Carlos -creo recordar- hizo una visita a los vecinos y yo fui a comprar leche, pan y aceite al Auchan, que ya hacía falta.
A la hora de mi regreso partimos un primer grupo (más tarde partiría el grupo de los forestales, con los cuales apenas nos cruzamos en uno de los museos) en pos de visitar algún que otro museo (pues fue la Noche de los Museos, donde de siete a doce de la noche se podía entrar gratis a éstos). Pero antes, como no, nos encontramos con Rocío, y nos dirigimos entonces a la Quinconces para visitar el primer museo de la noche el Museum d´Histoire Naturelle, en éste básicamente lo que había era un montón de bichos disecados... además de una curiosa exposición de olores y demás, en la que acababas todo colocado de todos los distintos aromas que había por allí. Estuvimos en él al menos una hora, y tras ello nos dirigimos al que se nos antojaba más interesante el Musée des Arts Décoratifs, donde había una exposición dedicada a Egipto, mas al final no lo visitamos, puesto que en las dos ocasiones que fuimos había una cola realmente grande para entrar. Pero sí que fuimos a uno cercano, el de Bellas Artes, donde había cuadros de Delacroix y Rubens, además de un sinfín de obras dedicadas a oriente y también obras francesas e italianas del siglo XVIII. Una visita interesante.
Tras el segundo museo (y después de la segunda comprobación de la cola del museo de Artes Decorativas) no nos dirigimos a otro museo (en un principio íbamos a ir al Musée de Aquitaine, así que yo al menos me quedé con las ganas), sino que deambulamos durante un rato por las calles hasta que llegamos a la rivera del río, donde nos acomodamos y nos zampamos un kebab (es que aquí hay kebab por todos lados, es como una plaga). Después de la cena, Sandra y yo deseábamos irnos, y en el último instante Salma también se apuntó, así que nos despedimos de Carlos, Francis, Rocío y Francisco (creo, no recuerdo exactamente), y nos dirigimos a la parada más próxima de tranvía (que en cinco minutos se llegaba).
Quedaban menos de dos minutos para que llegara el tranvía cuando Carlos me llamó (por teléfono) recordándome que tenía la llave, así que veloz corrí en busca de la dichosa clé. Cuando la cogí el tranvía ya estaba en la parada; rápidamente me puse en marcha y raudo como una flecha de Robin Hood, esquivando a una señora que no se quitaba del medio, logré cogerlo.
El camino hacia el hotel fue calmado y sereno...
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